lunes, 19 de diciembre de 2011

Una vez le dije





Le dije una vez (yo era muy joven) que le amaría hasta la eternidad.
Pero la eternidad se acabó en el tercer curso.
Le dije que qué sentido tendría la eternidad si ella no la disfrutaba conmigo.
-Si no estuviera contigo el tiempo me parecería una eternidad –le susurré una vez al oído-.
Y fui inmortal hasta que cumplí treinta y un años, en julio.
Nunca antes caí en la cuenta de que, llegado el momento, habitamos sólo en el olvido.
O en la memoria que no es más que decir olvido: viviendo en el recuerdo de otro o en las palabras de otro.
Me pregunto a qué viene todo eso de recurrir a la eternidad para expresar el máximo valor de algo, si la eternidad no es más que olvido: un recuerdo que aparece de pronto un día de primavera.

La próxima vez que tenga delante a alguien a quien amar no le diré que le amaré hasta la eternidad.
Le diré que cuando al fin habite en el olvido venga a visitarme cualquier día de primavera.

















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